Está claro que las grandes ciudades europeas llevan otros ritmos de vida diferentes a las ciudades de tamaño medio… y no digamos ya de los núcleos rurales. Se encuentran tiendas y cafeterías abiertas a cualquier hora del día por cualquier sitio, facilitando que el sector servicios sea el protagonista de la vida en la ciudad.
Una de las características principales de estas grandes ciudades es que sirve para adivinar las nuevas tendencias de consumo, en este caso de la carne de vacuno. Al margen de restaurantes más o menos tradicionales, que siguen aguantando el paso del tiempo, se dibujan dos grandes tendencias de consumo. Una es el consumo más rápido, en forma de bocadillo o cualquier formato similar, para tomar en los cinco minutos que quedan para que llegue el tren y renovar fuerzas en cualquier momento, sin perder más tiempo. Aquí triunfan los productos rápidos. La segunda tendencia de consumo clara es la que se realiza en espacios de venta ‘gourmet’, con precios de la carne estratosféricos y enfocados para un consumo en casa excepcional. Eso sí, el consumidor puede elegir si llevárselo en crudo o ya cocinado.
Berlín es un buen ejemplo de esas nuevas tendencias de consumo. La capital alemana ha vivido un resurgir en los últimos años después de la reunificación germana, convirtiéndose en una ciudad moderna que mezcla tendencias y sirve de centro cultural de la zona este de Europa.
Turísticamente, una de sus bazas más importantes es curiosamente algo que ya prácticamente no existe, como es el muro de Berlín, símbolo en una única ciudad de la desunión de Europa entre dos bloques económicos antagonistas. Años antes, la ciudad se convirtió en el centro del poder durante el régimen nazi, vestigios que aún pueden encontrarse. Además, existen íconos imprescindibles de la capital del país económicamente más desarrollado de Europa como la Puerta de Brandeburgo, el Reichstag o Alexander Platz. Eso en el centro, luego cada barrio ya es una historia…
(Fuente de las fotos: Wikipedia)