El general Invierno, aquel que sometió a Napoleón en las duras estepas rusas, ha decidido volver después de un adelanto del verano por San José que, a los amantes de las altas temperaturas, les ha sabido a bastante poco.
Llega el momento de recuperar algunas tradiciones invernales que ya parecíamos querer olvidar durante la pasada de semana, pero no será así. Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo. Dice el refranero. Cuando marzo mayea, mayo marcea. Amenaza la sabiduría popular…
Así que las tardes de los fines de semana, al calor de la lumbre para los afortunados habitantes de los núcleos rurales o de la calefacción central para los urbanitas, es el momento de celebrar la cacareada afición de ‘manta y peli’, aunque a nosotros se nos ocurre ponerle un anticipo: ‘bizcocho’. ¿Por qué hacer un bizcocho en una tarde invernal? A bote pronto, la primera razón es porque es una receta fácil, muy fácil, apta para todas las habilidades en los fogones. Y porque es una forma más de ensalzar a la leche, uno de los productos estrella del ganado vacuno y que no sólo está para tomarla con café, sino que puede utilizarse en múltiples recetas.
Una de ellas es la del bizcocho. Con huevos, harina, azúcar, levadura y leche se puede hacer un esponjoso bizcocho, aunque también hay versiones en las que se utiliza yogur. No sólo sirve para merendarlo con un chocolate o con un vaso de leche caliente, sino también para ir a la oficina el lunes siguiente con el trocito de bizcocho envuelto en papel de aluminio y dejar boquiabiertos a unos compañeros que creían que no tenías ni idea de cocina. Efectivamente, no tienes ni idea de cocina. Pero consulta internet, inténtalo y tú mismo te sorprenderás.
(Fuente de las fotos: Wikipedia)