Prometimos a comienzos del presente año 2018 que este blog que reúne el vacuno, la gastronomía y los viajes pretendía tener un toque más internacional durante este ejercicio. Así, cumpliendo con nuestro compromiso, vamos a acercarnos a la celebérrima región de la Toscana italiana, que se encuentra en el imaginario colectivo como una zona extraordinariamente bella gracias a sus colinas y montes, además de su extraordinaria frondosidad a la hora de dar productos agrícolas y ganaderos al mercado italiano.
Hablar de Toscana es hablar de Florencia. Y si la región es una belleza, su capital es directamente una joya. Se trata de una ciudad que se encuentra alrededor de los 385.000 habitantes, pero que cuenta con un casco urbano muy cómodo para caminar, abarcable para todo tipo de viajeros y con algunos de los monumentos más reconocibles del Renacimiento en el mundo, gracias a la oleada de investigación artística, literaria y científica que se dio en la ciudad en esa época. Son absolutamente imprescindibles la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore, el irremplazable Ponte Vecchio, la luminosa Basílica de la Santa Croce, el señorial Palazzo Vecchio, la paseable Plaza de la República y la inabarcable Galería de los Uffizi, uno de los más grandiosos museos de toda Europa. Hasta uno puede permitirse el lujo de perderse en las callejuelas que transitaba Dante mientras escribió la universal Divina Comedia.
En esta zona de Italia, es habitual la producción de quesos como el Pecorino Toscano o el ‘caciotta’, que es un término genérico que se refiere a quesos artesanos elaborados de la manera tradicional. En Umbría, región limítrofe con la Toscana, se encuentra la Caciotta de Urbino, que cuenta con protección oficial.
(Fuente de las fotos: Vacuno de Élite y Pxhere)