Hay nombres que ennoblecen cualquier tipo de producto alimentario. Puede ser una cuestión meramente formal, más de imagen que de fondo, pero si un comensal se sienta en un restaurante y le ofrecen un ‘filete Chateaubriand’, la cosa cambia mucho a que le ofrezcan una parte del solomillo del vacuno. Y en realidad, se trata de la misma cosa. Es típico de la gastronomía francesa, y se trata de un corte relativamente grueso y compacto, generalmente destinado a ser asado a la parrilla o salteado sobre una sartén o una plancha, para lo que los galos suelen usar una pizca de mantequilla. Debido a que el grosor del corte puede superar los cuatro centímetros y a que pesa entre 500 y 800 gramos, se considera que es una ración para dos personas. Se suele servir poco hecho, con su interior ligeramente rosado, en un plato caliente.
Hoy en día, para referirse a este corte de carne, el término ‘chateaubriand’ tiende mayoritariamente a ser iniciado en minúscula, aunque se conserva siempre la mayúscula inicial en la expresión ‘a la Chateaubriand’. Se suele servir en la mayor parte de los casos con salsa bearnesa, cocinada a base de yema de huevo, chalota, estragón y mantequilla; y con las legendarias ‘patatas hinchadas’ de la innovadora cocina francesa.
Existen dos hipótesis sobre el origen del nombre. En el primero caso, se piensa que procede del diplomático y escritor francés François-René de Chateaubriand, ya que su cocinero Montmireil habría sido el primero en inventar este corte de carne asada en 1820, como parte de la recepción que hizo el propio Chateaubriand al mismísimo Napoleón Bonaparte. Una segunda hipótesis, mucho más prosaica y menos sugerente que la primera, indica que el término sería una deformación de Chateaubriant, un municipio de los Valles del Loira cuyo ganado bovino tiene prestigio de forma secular en Francia. A nosotros, si nos dan a elegir, nos quedamos con la hipótesis diplomática.
(Fuente de las fotos: Wikipedia)