Pasar unos días en Galicia siempre es una gozada. Aquellos que van a buscar únicamente la playa de templos del veraneo como Sanxenxo deben tener muy claro que la meteorología en el extremo norte de España es como una ruleta rusa. Media hora después de llover a mares con un viento pertinaz, sale el sol como para ponerse en bañador. Los cambios son espectaculares y continuos. Una vez asumido que estos vaivenes del tiempo pueden introducir sorpresas hasta en los meses estivales, ya sólo queda disfrutar de una comunidad autónoma como Galicia. Ya nos hemos referido en ocasiones anteriores en Living Las Vacas a esta región, cuna en muchos aspectos del sector vacuno, aunque en estas ocasión vamos a centrarnos en las Rías Baixas, estandarte del turismo gallego.
Además del citado Sanxenxo, animado y concurrido por el día y por la noche desde junio a septiembre, la zona costera de la provincia de Pontevedra tiene encantos que son ampliamente reconocidos. La magia de la pequeña villa de Combarro con sus hórreos mirando directamente al mar, el casco antiguo de una capital de provincia que no es como las demás, la naturaleza salvaje y plena en la isla de Ons, las pequeñas calas y los grandes y alargados arenales de toda la costa, las bateas repletas de mejillones en la ría de Arousa, ese aroma ancestral de los jabones de la isla de La Toja…
Por supuesto, parada obligada son los restaurantes de la gastronomía gallega, famosos por no dejar a nadie con hambre. En estas casas de sabiduría, los productos del vacuno suelen ser simplemente imprescindibles, aunque se encuentren en la costa. Tanto la carne de ternera como los quesos gallegos de vaca son las dos grandes señas de identidad de una cocina tradicional que busca fusionarse con el vacuno.